martes, 11 de agosto de 2009

Ella.

Todo empezó la mañana de algún caluroso viernes de invierno.
Ella se sentó enfrente de mi. Un metro. Madrid. Linea 9.
Ella. Ella, era bella.

Encantadoramente natural, no ocultaba sus años con una suave coleta con la que recogía su despeinado cabello. Su ropa era sencilla, como ella. Colores pastel. Cruzó las piernas, y sus pequeños ojos azules, rodeados por unas propias arrugas, se dirigieron a su bolso. Sonrisa perpétua.

No hacía falta mirarla atentamente, desprendía un aura especial, un encanto diferente. Abrió su libro, y comenzó a leer, sin levantar la mirada, sin despegar sus ojos y su atención de cada una de las lineas que rellenaban aquel pequeño libro de bolsillo.

De pronto sonó una carcajada en todo el vagón. Era ella. Alguna combinación de palabras de aquel librillo había hecho que su emoción no se contuviera, y rió, grácilmente, sin inmutarse siquiera de que todo el mundo la miraba. Ella no estaba allí, estaba sumergida en otro mundo, buceando entre letras.

Siguió leyendo, dulce.
Bella.

Ella.


No hay comentarios:

Publicar un comentario